
El Congreso de la República ha dado un paso histórico para la protección de los derechos de niñas, niños y adolescentes al prohibir el Matrimonio Infantil y las Uniones Tempranas -MIUT.
Aunque parezca increíble, todavía en el siglo XXI en Colombia era legal que una persona mayor de edad se casara o viviera en “unión libre” con menores de entre 14 y 18 años. La realidad es más desconcertante que la norma, toda vez que en la actualidad hay más de 30.000 menores en todo el país en matrimonio o unión con mayores de edad, limitando sus proyectos de vida construidos desde la autonomía.
La Encuesta Nacional de Demografía y Salud de 2015 -ENDS- develó cifras de la alarmante realidad de los MIUT, como la disparidad de edad de las parejas de menores de edad. Por ejemplo, la diferencia de edad de mujeres entre 15 y 19 años es de 6 a 9 años con respecto a sus parejas en el 26,4% de dichas uniones, y de más de 10 años de diferencia en 17,1% de las mismas. En otras palabras: con aval legal se normalizó la pedofilia en Colombia.
Los departamentos del país en los hay más uniones tempranas con niños, niñas y adolescentes son Antioquia, Cundinamarca, Tolima y Valle, aunque popularmente se señale más las uniones en La Guajira. Las principales afectadas son niñas y mujeres adolescentes, sobre todo las que habitan zonas rurales. Sin embargo, incluso en ciudades como Bogotá están creciendo los casos de embarazos infantiles y adolescentes.
Además de ser aberrantes este tipo de uniones entre una persona adulta y una menor, las uniones tempranas acarrean graves consecuencias para el proyecto de vida de niñas, niños y adolescentes.
Por ejemplo, son más propensas a sufrir violencia machista, violencia sexual, homicidio o feminicidio. Datos de la ENDS indican que el 49,6% de las niñas en MIUT registran embarazo infantil o adolescente; y UNICEF afirma que estas uniones fomentan la desescolarización, recortando oportunidades de acceso a los beneficios del acceso a la educación y la construcción de un proyecto de vida profesional o laboral.
Si bien los titulares han hecho énfasis en la prohibición de uniones, el mayor atributo de la ley consiste en las medidas de prevención de este tipo de uniones. Como sostuvo Jennifer Pedraza, coautora de la iniciativa: “la nueva norma en papel no es suficiente”. Por lo mismo, la ley ordena al ICBF, a varios Ministerios y a la Defensoría del Pueblo a crear campañas de concientización y mecanismos de verificación del cumplimiento del texto legal.
Es igualmente destacable el proceso que acompañó la aprobación de la ley ¡que se había presentado ocho veces antes y siempre se caía por falta de trámite! A partir de un enfoque feminista e interseccional, las promotoras del proyecto lograron encontrarse y trabajar de la mano con organizaciones sociales defensoras de derechos humanos, de la niñez y de las mujeres.
Esta estrategia se complementó con una campaña de recolección física y digital de firmas que permitió crear nuevas redes de activismo en 9 departamento del país y que en pocos días recibió más de 5 mil respaldos, muchos de estos que expresaban hacerlo por sus abuelas, madres o tías, y para que sus hijas no tengan que vivir lo que las primeras sufrieron. Sin lugar a dudas esta fue una victoria más del movimiento feminista.
Como sociedad nos hemos acostumbrado a recibir malos resultados, división y desesperanza provenientes del mundo político. En esta oportunidad recibimos una buena noticia.
Claro, todavía faltarán muchas normas y programas gubernamentales para resolver asuntos estructurales de la vida de las niñas y niños: acceso pleno y de calidad a la educación; alimentación digna para que nunca vuelva a morir un menor por desnutrición; o mejoras en la atención de salud. Pero las necesidades estructurales no pueden opacar las igualmente importantes condiciones necesarias para que se eliminen formas de explotación de unos seres humanos sobre otros.
Este avance legislativo en materia de derechos para las niñas, niños y adolescentes nos debe llenar de orgullo como país. No en vano la noticia se expandió por medios latinoamericanos, asiáticos, europeos y africanos, dando una luz de esperanza en aquellos lugares en los que arremeten liderazgos reaccionarios y violentos.
Ahora sí ¡son niñas, no esposas!