Reformas a las reformas

Cambio, sí, pero cuál cambio

Las elecciones pasadas resolvieron el dilema entre continuidad y cambio: ganó la opción del cambio. Por eso la actual discusión política está marcada por agendas distintas de las de los gobiernos anteriores.

En este nuevo debate están presentes las reivindicaciones de sectores sociales, gremiales y empresariales antes ignorados. Pero hacen falta muchas otras, bien porque han transcurrido apenas dos meses de gobierno o, peor, porque se asoma el olvido de lo que el candidato ganador había propuesto.

También hay que entender que no todas las iniciativas son buenas por el hecho de ser nuevas.

En todo caso, el debate político gira en torno del tipo de cambio que Colombia requiere.

Antes de analizar las reformas que cursan en el Congreso y otras iniciativas relevantes del nuevo gobierno, vale la pena recordar que la posibilidad y dirección del cambio dependen de la voluntad política y la correlación de fuerzas entre la política tradicional y los sectores que llamaríamos innovadores y democráticos.

La voluntad política se manifestará en la aprobación o el rechazo de las reformas, mientras que ya conocemos la correlación de fuerzas. La mayoría del Congreso sigue en manos de partidos tradicionales y de algunos politiqueros camuflados como partidos de gobierno. Y aunque los camuflados contribuyen a sumar mayorías, también juegan un papel importante en las expectativas de transformación.

Reforma tributaria y Presupuesto General de la Nación

En todo caso, se trata de una propuesta distinta de las de Santos o Duque, principalmente por su apuesta a los impuestos progresivos o cobrados según la capacidad de pago de cada contribuyente.

La reforma tributaria acaparó los reflectores de la agenda nacional. Al proyecto le quedan dos debates en plenarias de Senado y Cámara. Con los cambios que ha tenido, la reformas se parece a que había elaborado el hoy ministro Ocampo para la campaña de Sergio Fajardo que a la propuesta de Petro durante su campaña.

El proyecto inicial del gobierno era más progresivo, pero el debate el Congreso un collage de intereses opuestos.  Aunque no se ha cambiado de manera sustancial el componente progresivo, la intervención de los partidos tradicionales y de algunas organizaciones gremiales es evidente.

En vez de esperar el fracaso del gobierno actual, lo pertinente es discutir sobre cómo hacer el cambio y de qué manera la sociedad puede involucrarse para acompañarlo o, en caso de que sea necesario, demandarlo a través de la movilización social.

Ahora, en los debates restantes, quienes deseamos genuinamente el cambio, debemos abogar por modificaciones donde, principalmente, se incluya una tarifa diferencial de renta para pequeñas y medianas empresas. Así, las microempresas no pagarán igual que las grandes empresas. También debemos defender la eliminación de impuestos a las pensiones.

Por otro lado, el Presupuesto General de la Nación (PGN) parcialmente corresponde a las prioridades o intenciones esperables del actual gobierno. Aunque, claro está, el presupuesto tiene que adaptarse al entorno económico mundial de inflación y desaceleración.

Petro decidió aumentarle 14 billones a la propuesta de PGN que dejó Duque, dirigidos principalmente al gasto en agricultura y educación. Incluso, en esta última materia, el aumento superó el monto ganado en las calles por el movimiento universitario en el 2018.

Además, en el aumento general no se destinaron nuevos recursos para el muy alto pago de la deuda, a diferencia de lo que hacían los gobiernos anteriores.

Pero los pronunciamientos de Petro y Ocampo son positivos para modificar la regla fiscal y así soltar un poco el cinturón de las finanzas del Estado.

La paz total

Sin lugar a duda se trata de una visión opuesta a la de Duque; todos conocemos su frase, “¿De qué me hablas viejo?”.

Petro en cambio reconoce los efectos devastadores del conflicto armado sobre la población y la necesidad de eliminar la mayor cantidad de factores de violencia mediante diálogos y negociaciones, inclusive con grupos sin origen político.

El proyecto de ley de la “paz total” avanza a paso firme. Además de crear el marco jurídico para negociar la paz, esta ley tendrá éxito si, primero, se hace una categorización rigurosa de los grupos armados y si, permite diferenciar a quienes tienen verdadera vocación de paz de aquellos que le fallaron al país y al acuerdo de paz de 2016.

La reforma política

Con la reforma política empiezan las dudas sobre cómo será el cambio.

La reforma, presentada por el ministro Prada y defendida a capa y espada por Roy Barreras, no corrige los problemas ni a los reproches de la ciudadanía contra el sistema político.

Por ejemplo, el gobierno no acompañó la bobadita de despolitizar el Consejo Nacional Electoral (CNE), órgano que responde a los partidos y no a juristas con experiencia e independencia judicial.

Foto: Radio Nacional - Junto con las reformas que hoy avanzan mediante proyectos de ley, otras propuestas del gobierno Petro hacen carrera.
Foto: Radio Nacional – Junto con las reformas que hoy avanzan mediante proyectos de ley, otras propuestas del gobierno Petro hacen carrera.

El peligroso aporte de Paloma Valencia, quien propone eliminar la obligación de los políticos de declarar los conflictos de intereses frente a quienes financian sus campañas, facilitará la injerencia de grandes grupos económicos, o hasta del narcotráfico, en la política.

Aunque al proyecto le faltan seis debates donde se cortará mucha tela, hoy preocupa el avance de las listas cerradas que sirven para esconder a personajes indeseables, con financiaciones ilícitas o capturados por intereses corporativos, detrás de caras amables.

Las listas cerradas suelen ser encabezadas por  sí merecen estar en las corporaciones públicas, pero en esas listas actualmente el país tiene algo así como lobos disfrazados de abuelas. Claro, en una democracia robusta, de partidos fuertes y sana politización, las listas cerradas pueden ser buenas, pero ese loable deseo no podrá prosperar con el sistema clientelista del país.

A lo anterior se suma el peligroso aporte de Paloma Valencia, quien propone eliminar la obligación de los políticos de declarar los conflictos de intereses frente a quienes financian sus campañas. De esta manera facilitará la injerencia de grandes grupos económicos, o hasta del narcotráfico, en la política.

Bajo estas circunstancias, mejor sería que se caiga la reforma, o que se apruebe la propuesta de De la Calle, Ariel Ávila y Jennifer Pedraza para incluir la despolitización del CNE, así como de abrir las listas y preservar la regla actual de impedimentos.

Ideas dudosas o nebulosas todavía

Otras propuestas del gobierno Petro están haciendo carrera aunque todavía no son muy claras; más bien parecen abstractas y preocupantes.

La compra de tres millones de hectáreas para entregarlas a campesinos hace parte de las ideas abstractas de este gobierno, por ejemplo. En principio tiene un objetivo loable pero los detalles son inciertos.

Entre las preocupaciones se encuentran los anuncios confusos y erráticos sobre cómo se hará la necesaria transición energética. Por el momento parece un proceso acelerado, sin consideración de la realidad productiva del país, y con un contexto internacional convulso.

El ministro Ocampo, por ejemplo, sostiene que para financiar la transición se necesita mantener la explotación de minerales, porque el panorama en esta materia es muy oscuro.

Las apuestas en otros temas de resorte social vendrán después. Es normal porque no todas las reformas pueden avanzar con la misma velocidad ni comenzar al mismo tiempo. En algunas, como en lo que tiene que ver con los TLC, se debe presionar y buscar a los sectores sociales para acordar puntos que beneficien la economía del país.

En política internacional, antes que asumir una posición alineada, consecuente con su discurso, Petro debería llamar a esfuerzos de paz sin privilegiar a un bando u otro.

Los gobiernistas y los opositores

Los congresistas, tanto de oposición como de la bancada de gobierno, deben estar dispuestos a reconocer los aciertos y los errores del gobierno Petro.

La oposición debe reconocer que en la agenda del gobierno hay iniciativas positivas por empezar a desarrollar, como la reforma laboral que dignifica el trabajo o la reforma pensional que ofrece un nuevo modelo de Sistema General de Participaciones y así saldar deudas históricas del país.

Finalmente, en vez de esperar el fracaso del gobierno actual, lo pertinente es discutir sobre cómo hacer el cambio y de qué manera la sociedad puede involucrarse para acompañarlo o, en caso de que sea necesario, demandarlo a través de la movilización social.